Maquillaje vs sinceridad



Solemos tener la manía de maquillar aquello que queremos decir por temor a resultar demasiado abruptos, por temer que se puedan enfadar con nosotros si la sinceridad llega a secas, pero me pregunto hoy si hay otra forma de decirlo que no sea directamente...

No quiero decir que hayamos de ser maleducados, aunque haya quien entienda la claridad como tal, ni que mostremos acritud en nuestras palabras pero creo que la firmeza al expresarnos no está reñida con la comprensión ante quien la reciba.

Por eso creo que dicen que la verdad duele, porque duele, pero todo lo que sea darle vueltas o no ser suficientemente claros puede significar que el mensaje no llegue convenientemente y pierda toda eficacia.

Yo soy la primera que ante la sinceridad solía pensar un, como se dice en mi tierra, NO CAL, y me quedaba perdida en el dolor de esas palabras que consideraba bruscas de más, pero después de estar al otro lado, de repetirme y repetirme y comprobar que de nada sirve, porque una vez lleva a dos, dos a diez, diez a cincuenta y así, si quisiera, hasta el infinito, acabo teniendo que decirlo claramente si pretendo que surja efecto, aún a riesgo de que se me enfaden.

Confieso que sigue costándome cuando me dicen las cosas por su nombre, a nadie le resulta de agrado oír lo que muchas veces es necesario, pero cansada también de dobleces prefiero aunque duela que me digan la verdad, su verdad.

Puedo estar o no de acuerdo, puedo o no actuar al respecto pero por lo menos tengo claro aquello que opinan y, si es digno de mi confianza, valorar esas palabras como algo que tener en cuenta.

Tengo la sensación de haber perdido mucho tiempo para llegar al mismo sitio en que ahora me encuentro, pero imagino que quise dar la oportunidad que hoy sé absurda.

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